Aunque esa memoria subconsciente se
refleja en nuestra fisonomía e influye en nuestros pensamientos, reacciones
y decisiones, siempre podemos recurrir al libre albedrío para orientar
nuestra vida.
Nuestros talentos, nuestras habilidades que aparentemente hacemos de modo
natural, son consecuencias de esfuerzos realizados en vidas anteriores.
Hemos tenido nuestras propias experiencias, estas experiencias han ido
dejando su huella en nosotros, todo lo que hacemos y todo lo que nos hacen
se acumula en el almacén de información.
No hay un encuentro casual, ni una asociación que no sea importante para
nuestro desarrollo.
Las relaciones que hayamos entablado en anteriores encarnaciones influyen en
las personas que conocemos en esta vida y nuestra forma de actuar con ellos.
Si tuvimos una relación agradable con alguna persona en otra vida, ahora al
encontrarla de nuevo, lo más frecuente es que tengamos de nuevo una buena
relación.
En cambio si nos encontramos con alguna persona que nos hizo daño o tuvimos
una relación difícil y negativa, esa experiencia anterior nos predispone en
contra de esa persona, y podremos reaccionar con antipatía o desconfianza.
Frecuentemente las relaciones familiares son consecuencias de unos
lazos kármicos, tanto agradables como desagradables; puedes querer repetir unas
relaciones cálidas que “sepas” que han ayudado y facilitado en tu evolución,
o también querer repetir por querer resolver relaciones difíciles, con
problemas por resolver y que tu alma quiera superar.
Esto explicaría cierta hostilidad entre padres e hijos, hermanos e incluso
cónyuges. Normalmente, elegimos un entorno que hayamos conocido antes, en
cada nueva vida, optamos por un cuerpo masculino o femenino, según el
objetivo de nuestra encarnación. Las almas se las ingenian para estar donde
quieren estar, hasta en las circunstancias de adopción no existe la
casualidad, la vida les llevará con los padres que deben estar, son
kármicamente sus verdaderos hijos, aunque tengan que ir a China a buscarlos.
Sin embargo, nuestras experiencias dependerán de la forma en que empleemos
nuestro libre albedrío.
En consecuencia, el curso de nuestra existencia se basa en las decisiones
que tomamos a fin de responder a la coyuntura que nosotros mismos hemos
suscitado. No tenemos karma con los demás, sólo con nosotros mismos, pero
nos sentimos constantemente atraídos por gente o grupos que nos ofrecen
ocasiones favorables de asumirlo, nunca nos encontramos con alguien
accidentalmente, porque las coincidencias no existen. Debemos atenernos a
las consecuencias de nuestras decisiones y actitudes previas, ya que
cosechamos inevitablemente lo que hemos sembrado.
La Biblia dice: Todo lo que sembrare un hombre, eso mismo cosechará. El alma
que espera el renacimiento, será dirigida, hacia un cuerpo que vaya a nacer
que, por la naturaleza de su ambiente sea el idóneo para permitir que este
alma liquide su deuda y prosiga así su evolución.
El alma recibirá las condiciones terrenales que necesite para aprender
ciertas lecciones y, así comprender que las circunstancias no son meras
coincidencias, son necesarias para nuestro desarrollo, y así encontrarnos,
es decir, redescubrirnos. Fuente
Comparte este articulo :
/
Compartir en Facebook
/
|